Caribe Alucinante

Resumo

Leo las entrañas de la urbe, y dejo escrito en sus paredes imaginarias mi paso por la ciudad primada de América en su segunda ubicación, después de que una plaga de hormigas Caribe la hiciera mudar a la ribera occidental del rio Ozama. En cada cuadrícula del mapa van a parar, siguiendo las leyes del azar, estructuras claustrofóbicas, formando campos deportivos que en el caso del beisbol vendrían a ser una fábrica de sueños a la que acuden padres y niños con la esperanza de salir de pobres. En el cuerpo de la ciudad queda una especie de queloide: los diseños de rejas soportando el peso del hierro bajo las formas más promiscuas. La cotidianidad está marcada por la suerte de cruzar indemne el laberinto de calles casi sin aceras, donde el acto de caminar es una penitencia de escolar que repite la misma oración para que el cansancio deje sentir el peso del castigo. La ciudad le da la espalda al mar y un espejismo de isla artificial surge en el horizonte, como la ballena de Simbad el marino cuando la confundió con tierra firme, y sobre la cual habían crecido hierbas y árboles. Frente al agua nacen edificios que se nublan de campos de beisbol en las azoteas. El vértigo haría caer a los jugadores al vacío, si no se dieran cuenta de que estos estadios no tienen muros de contención.

Caribe Alucinante 

Resumo:

Leio as entranhas da urbe e deixo escrito em suas paredes imaginárias meu caminhar pela primeira cidade da América em sua segunda localização, depois de ser obrigada a mudar-se para a margem ocidental do rio Ozama por praga de “formigas-de-fogo”. Em cada quadrícula do mapa elas acabam, seguindo as leis do acaso, estruturas claustrofóbicas, compondo campos esportivos que, no caso do beisebol, se transformam em fábricas de sonhos para quais vão pais e filhos na esperança de sair da pobreza. No corpo da cidade resta uma espécie de queloide: o traçado das grades que sustentam o peso do ferro sob as formas mais promíscuas. A vida cotidiana está marcada pela sorte de atravessar incólume o labirinto de ruas quase sem calçadas, onde o ato de caminhar é como uma penitência escolar, repetindo a mesma oração para que o cansaço faça sentir o peso do castigo. A cidade dá as costas ao mar e a miragem de uma ilha artificial surge no horizonte como a baleia do marinheiro Simbad, que a confundiu com terra firme, sobre a qual ervas e árvores haviam crescido. Defronte à água nascem edifícios que são obscurecidos por campos de beisebol em seus telhados. A vertigem faria os jogadores cair ao vazio, se não se dessem conta de que esses estádios não possuem muros de contenção.